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La Iglesia de la Madeleine se diferencia de todos los templos de su época, lo que la convierte en una curiosidad turística y arquitectónica. Con una perfecta combinación de estilos, que incluso pueden contrastar, simboliza también la multi-funcionalidad en su historia. Una visita que corona cualquier paseo por el centro de París.
En el siglo XVIII se dio inicio a la construcción de la Iglesia de la Madeleine bajo la dirección del arquitecto Pierre Contant d’Ivry. 13 años después de comenzar a erigirse el monumento en honor a María Magdalena fallece el arquitecto. Se designó como sucesor a Guillaume Couture, quien decidió derribar lo hecho hasta ese momento y volver a comenzar.
Luego, se desata en Francia en la Revolución y otra vez el levantamiento de las paredes de la Madeleine se vio interrumpido. El poder de los revolucionarios impedía cualquier construcción que no estuviera bajo su mando. Más bien su trabajo era destruir todo edificio que se interpusiera en su camino o en su ideología.
La llegada de Napoléon al poder de Francia dio lugar a un nuevo ímpetu de la obra. Sin embargo, de lo construido hasta el momento quedó poco pues ordenó derribar una gran parte. En sus bases envió erigir una iglesia que conmemorara las glorias del ejército francés. La función principal del templo sería más civil que religiosa.
En el siglo XIX la monarquía de los borbones le devolvió su esencia original. La construcción retomó al fin su verdadero espíritu y se convirtió en la Iglesia de la Madeleine que hoy conocemos.
En su exterior se observan 52 columnas corintias que la rodean como fieles guardias a su amo. Un estilo neoclásico similar al de los monumentos griegos en plena capital francesa. En su fachada, el bello frontón representa las escenas del Juicio Final en alto-relieve.
El interior de la Iglesia de la Madeleine es también diferente al resto de los templos franceses. Quizá la mayor diferencia esté en su escasa luminosidad, un aspecto que nos lleva a los mayores secretos de la nobleza de antaño. Al traspasar la puerta, el estilo arquitectónico de exteriores contrasta con el barroco que aparece sin tapujos.
Una nave, tres cúpulas, el precioso mosaico de estilo bizantino y los meros reflejos son su características. En el altar mayor, la escultura de María Magdalena, la gran homenajeada luego de tantas demoliciones. Y como atracción final, el órgano que preside el templo, el gran órgano que lidera la lista de los mejores de Francia.
La Iglesia se encuentra en la Plaza que lleva su mismo nombre, al final de la Rue Royal, una de las principales calles de París. Se puede llegar al lugar en Metro, Madeleine líneas 8, 12 y 14. Asimismo, en cualquier caminata por el centro de París se hace primordial pasar por sus escalinatas, pues está muy cerca de otras atracciones turísticas.
Una Iglesia que marca la diferencia entre los monumentos de su época, una construcción única y digna de una postal en vacaciones.
Enamorado de los viajes y fotógrafo aficionado. Mi pasión es viajar, pero siempre acompañado de mi cámara. Como unión de estas dos cosas nació Viajeros por el Mundo!
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