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Nos encontramos ante uno de los senderos naturales más bellos de Francia, las Gargantas de la Diosaz, un camino suspendido sobre las aguas del río Diosaz, afluente del Arve, y que discurre entre cañones de roca alpina por el Valle de Chamonix. Sus aguas emanan directamente del Mont Buet, a algo más de 3.000 metros de altitud.
Este desfiladero se localiza en el pueblo de Servoz, a unos 15 minutos en coche desde Chamonix, y está construido sobre una sucesión de puentes y pasarelas que a veces cuelgan de las empinadas paredes y otras cruzan el río, y que durante aproximadamente dos horas permite al turista disfrutar de una naturaleza espectacular y salvaje en estado puro.
Es posible contemplar la erosión de las rocas y de las paredes por donde transcurren las aguas color esmeralda del Diosaz, apreciar las cascadas y sus chorros de espuma blanca o descubrir más de cien especies de helechos.
A lo largo del recorrido el turista se encontrará con paneles que explican la geología y la historia de la garganta y que enseñan a conocer mejor el sitio, incluso con algún que otro detalle curioso como la inscripción en una roca que homenajea a Achille Cazin, el profesor de física e investigador de la Universidad de París que llevó a cabo el proyecto que haría posible el acceso al público por este desfiladero, o el panel indicativo sobre el puente que lleva el nombre del físico y que explica a modo de anécdota las dificultades que tuvieron para colocarlo bajándolo desde un helicóptero. Cinco fueron los años que tardaron, bajo las órdenes de Cazin, en dar por concluida esta nueva maravilla de los Alpes, y hoy por hoy, cada año, son necesarios tres meses de trabajos de mantenimiento para rehacer los destrozos ocasionados por los elementos naturales, asegurar los acantilados y mantener la ruta.
Cerca de la entrada del sendero, en el paseo marítimo, hay una presa hidroeléctrica que marca el flujo del Diosaz, pues las condiciones climáticas solo influyen en el caudal del afluente en caso de fuertes lluvias o sequía.
También en el paseo marítimo una pequeña tienda ofrece objetos típicos, recuerdos y postales antiguas. Y un bar cubre las necesidades más urgentes con refrescos, bocadillos y helados en una terraza tranquila y soleada. Incluso si el turista lo prefiere, puede instalarse y llevar su propio picnic.
Enamorado de los viajes y fotógrafo aficionado. Mi pasión es viajar, pero siempre acompañado de mi cámara. Como unión de estas dos cosas nació Viajeros por el Mundo!
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