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Está claro que la ciudad de Dublín no es la más bonita de Europa, pero sin duda alguna, tiene un atractivo que la hace diferente. Mantiene un encanto que tanto fascina a los visitantes, alguna particularidad que la mantiene ocupada albergando cientos de turistas anualmente.
El país de Irlanda, que también es conocido como la isla esmeralda, tiene una ubicación geográfica que la hace favorecedora. Desde este lugar se puede llegar fácilmente a cualquier parte de Europa o, desde cualquier esquina del continente, se puede llegar hasta Irlanda. Es de fácil acceso tanto por aire como por tierra, además que suele ser un viaje económico.
Dublín, la capital irlandesa se trata de un constante ambiente festivo. A pesar de que muchas veces sus días suelen ser grises, solo basta con salir a la calle y observar el constante movimiento de la ciudad. Es un cúmulo de emociones constantemente, entre edificios modernos que se entremezclan con los más viejos. Desde las calles más coloridas hasta las más desalineadas y sin colorido alguno.
Es por todo esto que Dublín es una ciudad pintoresca, diferente a las otras típicas capitales europeas. Un sitio que querrás visitar y disfrutar en todo su esplendor, con todas sus atracciones incluidas las famosas historias vikingas.
El primer lugar de tu lista de sitios por conocer en Dublín debes asignárselo a la Catedral de San Patricio. Se trata de la catedral más grande de Irlanda y es en honor al santo patrón nacional. No solo su fachada es impresionante, el interior también te dejará boquiabierto, donde quedarás maravillado con sus diferentes detalles. Además, existen una gran variedad de castillos, monumentos y construcciones emblemáticas.
Seguidamente puedes organizar una visita al Almacén Guinness, el museo de la cerveza más famosa del mundo. Aprenderás la historia de sus inicios, el proceso de la elaboración y, por supuesto que degustarás de una pinta.
Sin embargo, si te acercas hasta la Grafton Street, te toparás con una real zona comercial irlandesa. Es la calle más popular de la ciudad reconocido por su ambiente festivo durante todo el día, pero combinado con un toque de glamour y estilo chic.
Pero si ya has pasado algunos días y lo que quieres es un poco de tranquilidad, es mejor que dispongas de tiempo para el Parque Phoenix. Es el más grande de Irlanda, un sitio tranquilo con más de 700 hectáreas de terreno. Aquí respirarás aire puro mientras caminas por sus hermosos y relajantes senderos.
O también puedes acudir al gran Río Liffey, el cual atraviesa toda la ciudad de extremo a extremo. Por lo tanto, divide a Dublín en zona norte y zona sur. Pero en sus alrededores siempre hay paseos por recorrer o, mejor aún, caminar sobre la variedad de puentes. Y si esperas el atardecer, seguro te llevarás un retrato hermoso de la ciudad.
Se tiene la idea de que en Irlanda la comida no es tan sabrosa, de hecho, que la comida puede llegar a ser decepcionante. Tal vez un punto negativo para la localidad.
Pero esto es solo una idea preconcebida que se ha sembrado en las mentes de muchos visitantes. Se ha olvidado que el país es productor de leche, mantequilla, carne de buey y derivados del mar de altísima calidad. Lo que facilita a que sus platos cuenten con excelencia.
Sin duda aporta muchas energías para todo el día, pues este plato está conformado por bastantes nutrientes. Cualquiera lo podría confundir con un almuerzo. Consta de huevos, panceta, salchichas, morcilla, hígado, y por supuesto café y zumo de naranja.
Es un plato típico del país y muy popular de la ciudad capital, que seguramente encontrarás en cualquier restaurante. Entre sus ingredientes están el cordero, la zanahoria, patata, cebolla y caldo de res. Claro que depende del cocinero encargado y su sazón, porque algunos hasta una Guinness le añaden como un plus.
Es sencillamente morcilla. Hecha con carne de cerdo donde algunas recetas incluyen arroz, avena, sebo, trozos de pan o cebolla. En Irlanda es indispensable en los platos. Un embutido que casi nunca falta en la mesa.
Es elaborado con bicarbonato de soda. Se trata de un alimento muy irlandés que acompaña casi todos los platos de las mesas familiares y por supuestos, los restaurantes. Sus ingredientes son harina, sal, suero o leche agria, y el principal, bicarbonato de soda. Suele servirse rebanado y untado con mantequilla.
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