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Estambul es una de las ciudades más emblemáticas de Turquía. Capital de diversos imperios a través de su historia y un centro turístico de los más interesantes para visitantes de todo el mundo.
La primera denominación de esta ciudad fue Bizancio y data del año 667 a.C. cuando los colonos griegos llegaron al lugar. Durante siglos fue ocupada por diferentes grupos que se disputaban el control: persas, atenienses, espartanos, macedonios y celtas.
En el año 191 a.C. retomó su independencia cuando se alió a Roma. Sin embargo, tres años más tarde, el emperador Severo la saqueó, destruyó las murallas de defensa y decidió crear una ciudad más grande.
La importancia territorial y estratégica hizo que Constantino I el Grande se interesara por estas tierras. En el año 330 fundó Constantinopla, que se convertiría en capital del imperio Romano. Su crecimiento fue tan grande que superó todo tipo de crisis y mantuvo su posición durante siglos.
Fueron los otomanos quienes ganaron la lucha de años y en el 1.453 se adueñaron de la ciudad. Acabaron con gran parte de la misma, incluidas creencias religiosas y tradiciones. Los sultanes y todos los discípulos musulmanes comenzaron a construir nuevos edificios a ambos lados del Bósforo.
En el siglo XX, ya conformada la República de Turquía, recibió el nombre oficial de Estambul. Los aldeanos comenzaron a instalarse en la nueva ciudad. Todas las modificaciones estructurales como la explosión de las migraciones constituyeron una de las capitales más pobladas del mundo.
Al llegar a Estambul, tomamos consciencia de que nos encontramos entre dos continentes: Europa y Asia. Una metrópolis que emana historia y cultura en cada una de sus calles y monumentos. Lo ideal, es comenzar por el Barrio Sultanahmet, la ciudad vieja para los turistas. Muy cerca unos de otros, tenemos acceso a monumentos repletos de anécdotas imperiales.
Santa Sofía con su enorme cúpula albera en sus exposiciones la historia de la ciudad. Construida en el siglo IV ha sido hasta la actualidad basílica ortodoxa, mezquita y museo. Un atractivo turístico que día a día satisface y supera las expectativas de sus visitantes.
Los sultanes siempre fueron ambiciosos y quisieron dejar como legado un emblema superior a la anterior. Así nació en el siglo XVII la Mezquita Azul. Ingresar a este edificio nos sorprenderá por sus lujosos y brillantes elementos decorativos y dimensiones extraordinarias.
Estambul es también una tierra de palacios y construcciones imponentes colmadas de leyenda. Un recorrido por las antiguas residencias imperiales nos traslada a una vida que solo conocemos de las novelas turcas o los cuentos. Su estilo de vida, la organización familiar de los sultanes, las joyas… sus personalidades están en cada rincón abrazando nuestra curiosidad.
A este destino, no le falta nada de lo que un turista pueda desear para unos días de vacaciones. Paseos marítimos, playas de finas arenas blancas y aguas cristalinas, museos, complejos arquitectónicos, jardines extensos y parques públicos.
En la agitada vida diaria de la capital turca, además de las multitudes que circulan encontramos puestos callejeros, bares y restaurantes con ofertas variadas que debemos probar al menos una vez.
Uno de los platos tradicionales que se remonta a los otomanos, es la Dolma o Sarma. Los ingredientes principales son hojas de parra, arroz, cebolla, carne picada. Claro está que el secreto está en la preparación y el uso de las especias famosas de Turquía y que se venden en el Bazar de las Especias.
También se incluyen entre los clásicos en Estambul: los mejillones rellenos, el dürüm, börek y el kumpir. Para acompañar las comidas, la bebida turca por excelencia en los puestos es el ayran. Una refresco de yogurt con agua que se toma con sal y gotas de limón.
Estambul crece en interés turístico cada año y cuando uno llega allí, comprende el por qué. No solo se trata de historia, arquitectura, cultura… sino que también ofrece gran cantidad de lugares para el placer y la diversión. Noches mágicas e inigualables muy recomendadas para los más románticos.
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